Millones de años atrás, los desaparecidos dinosaurios habitaron estas sierras y sus huellas quedaron impresas en los suelos que el paso del tiempo se encargó de ocultar a los ojos del hombre. Progresivamente recuperados, pueden contemplarse en varios asentamientos de la zona, como el yacimiento junto al Molino del Tío Manuel, en la dehesa de Gallinero.
El hombre habitó nuestro municipio desde hace miles de años. De la época del Neolítico (7000 a.d.C.) nos llega el testimonio de enterramientos megalíticos en el Dolmen de San Gregorio (Cubo de la Sierra). Posteriormente, sobre los cerros de la Sierra del Alba y aledaños, los celtíberos levantaron en los finales de la era del Bronce y de la del Hierro I (siglos VI-IV a.C.) los castros defendidos por murallas de piedra seca y lajas hincadas sobre el suelo. Son pequeños asentamientos interrelacionados que dominaban sobre un territorio próximo con el control de vías, pasos y arroyos y que acogían a poblaciones que escasamente sobrepasaban el centenar de habitantes de costumbres ganaderas, fundamentalmente.
Civilizaciones posteriores, como la romana, dejaron su impronta en lienzos de calzada (Gallinero) o en tracerías iniciales de fuentes (San Gregorio) o puentes (Espejo de Tera).
De la etapa medieval podemos contemplar pequeños tramos de calzada (Zarranzano) amén de los distintos templos de estilo románico y gótico inicial diseminados por todo el municipio.
Los siglos XVI a XVIII fueron de esplendor para estas tierras ganaderas por la Mesta y el auge del mercado de la lana. Los grandes rebaños de ovejas proveían de lana al floreciente mercado con Flandes y así algunas familias -las que más ganado tenían- consiguieron importantes fortunas y gran reconocimiento. Por mencionar alguna de estas familias, nombraremos a los Marqueses de Vadillo, en Tera, la familia Medrano en el Cubo (San Gregorio), los Vinuesa en Gallinero, los Montenegro en Almarza, etc.